24/9/09

El lujo como sentido último

El lujo como sentido último
El caso de Shahra Marsh



Hace unos días, el presidente del grupo suizo Richemont, el segundo mayor grupo dedicado a los productos de lujo, anunciaba un aumento de 11% de las ventas en los primeros cinco meses de su ejercicio 2008-2009. Las cosas, a pesar de la crisis, parece que no van mal para los más ricos.

En una etapa de la sociedad de consumo donde la clase media ha normalizado el consumismo, el mercado de lujo supone la aspiración para, justamente, destacar en esa clase media. La obsesión por lo exclusivo llega así a la mitificación de estos productos entre una buena parte de la población. Y las tiendas (incluso los supermercados) se llenan de artículos de accesible "exclusividad" (perfumes, ropa y complementos caros, pero no imposibles para buena parte de la clase media).

Mientras, una pequeña minoría se afana en delimitar lo "exclusivo accesible" de lo "exclusivo", como método para acceder a la élite, sobre todo si ese es el único sentido de tu vida: La historia de Shahra Marsh es una buena muestra.

« Nació hace 52 años en una acomodada familia de Teherán, hija de un parlamentario iraní, y se acostumbró a vivir rodeada de objetos hermosos. La caída del Sha Reza Pahlevi y la llegada del ayatolá Jomeini le obligó a ella y a su familia a abandonar el país y buscar refugio en Europa. Acabó casándose con un ciudadano británico que prolongó su vida de lujo y comodidades. El matrimonio se rompió y con el divorcio desapareció también la buena vida.

Pero Shahra Marsh no pudo resignarse a la vulgaridad de una vida ordinaria y se convirtió en un personaje que ningún guionista de Hollywood podría haber creado sin recurrir a la fantasía: aprovechó su buena educación, su fluido francés y su capacidad para imitar el acento norteamericano para convertirse en una aristócrata dedicada a coleccionar vestidos de alta costura, joyas, muebles antiguos y pinturas. Todo ello pagado con cheques sin fondos.

Shahra Marsh, que se hacía llamar a veces Shahra Christina Sylvia Marsh de Savigny, estudiaba al detalle los catálogos de las grandes casas de subastas de Londres, París y Ginebra. Se vestía con sus mejores galas de Dior o Cartier, se cubría con un abrigo de pieles de 25.000 euros y lucía collares, anillos y pendientes de diamantes para visitar los locales de Sotheby’s, Christie’s, Bonhams o Giaffery para familiarizarse con sus empleados y ganarse su confianza. Confianza era la palabra clave de todo su montaje: hacer creer a sus víctimas que era una multimillonaria de toda confianza y que hubiera sido de mala educación dudar de ella y negarse a entregarle los tesoros que compraba hasta que el cheque con el que pagaba se hubiera hecho efectivo. Mientras el cheque seguía su curso, ella cambiaba de domicilio y de teléfono.

La elegante y seductora Shahra se inventaba cualquier excusa para que le adelantaran la entrega. Quería aquellas joyas para lucirlas al día siguiente en una fiesta. Si no podía tenerlos para entonces prefería no comprar. Y anulaba la orden. En una ocasión, un empleado de la sala Giaffery, en París, cogió el Eurostar para entregarle con urgencia en Londres unas joyas de esmeraldas y diamantes.

En 2004 pasó 10 meses en la cárcel por fraude, pero eso no hizo más que aumentar su obstinación. Todo se acabó en abril del año pasado, cuando fue detenida por la policía británica. Los investigadores descubrieron lo que el juez ha definido como "una cueva de Aladino" en un depósito del Este de Londres y una caja de caudales en el centro de Londres. Había joyas, ropas, cuadros y muebles antiguos valorados en cerca de tres millones de euros. No vendía nada. Lo guardaba todo para el futuro. Era su pensión. Su abogado defensor alegó que Marsh es "una obsesiva coleccionista de objetos hermosos". Pero, tras declararse culpable de 38 acusaciones de estafa, el juez la condenó a seis años de cárcel.»

Texto sobre Shahra Marsh extraído de "La aristócrata ladrona". WALTER OPPENHEIMER - El País - 05/10/2008

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